En los sistemas de producción y consumo interactúan diferentes actores, como son: las empresas, los consumidores y el gobierno; para obtener productos y/o servicios, los cuales son consumidos en el mercado nacional o internacional. Estos sistemas están soportados por la disponibilidad de los recursos naturales, las tecnologías de transformación, las políticas y leyes gubernamentales, y a la vez, son influenciados por aspectos culturales y éticos, lo que hace que sean complejos para entenderlos y atenderlos.
Los procesos de producción consumen recursos naturales, materiales y generan residuos sólidos, efluentes y/o emisiones, los cuales impactan al ambiente. A la vez, guardan estrecha relación con el consumo, ya que no se produce si no hay demanda.
Estimaciones recientes indican que la demanda de la humanidad supera la capacidad disponible en más del 68% (Wackernagel et al., 2017). Es decir, los flujos de capital natural consumidos por las actividades humanas superan al capital natural que se regenera durante el mismo período de tiempo, lo cual conduce a la degradación ambiental, que significa la reducción de la capacidad de regeneración de los ecosistemas.
Actualmente, nos encontramos con una sociedad consumista que le ha dado la espalda a la crítica situación de los recursos. Por ello, es importante estudiar la tendencia del consumo de los habitantes de nuestro planeta.
Según la pirámide de Maslow, las necesidades básicas fisiológicas y de seguridad, como la alimentación, salud, vivienda, ya no son suficientes. Ahora se convierte en una necesidad “básica” el tener un auto, una PC, un celular y si hablamos de la satisfacción, ésta se encuentra en el placer de consumir un producto y/o servicio, aunque no necesariamente lo necesiten.
Si observamos el caso de los celulares, los modelos o sus funciones cambian de dos a tres veces al año, en consecuencia, la mayoría de los habitantes que tenga capacidad adquisitiva harán los cambios respectivos y lo más probable es que no lleguen a utilizar todas las aplicaciones antes de cambiar por el otro celular que tenga más aplicaciones. Estas necesidades, muchas veces, son inducidas por las empresas a través de los medios de comunicación, llevando a las personas a tener “nuevas necesidades” o nuevos patrones de consumo.
Los hábitos y patrones de consumo están ligados a la concepción de calidad de vida, la cual está siendo redefinida, porque se tiene el concepto de calidad de vida equivalente a tener más cosas, como: casa grande, automóvil doble tracción, equipos con tecnologías punta, entre otras, lo que no necesariamente los lleva a vivir bien y mejor. También, los hábitos de consumo están ligados a la necesidad de “sentir” o “sentirse bien”. Algo que es relativo y vinculado a los principios y valores de los individuos.
Los sistemas de producción han crecido enfocados en agregar valor a las materias primas; es decir, transformando los recursos en productos que puedan satisfacer las necesidades de las personas, pasando de la producción artesanal a la producción en masa y continua. Las tecnologías empleadas en los sistemas de producción buscan producir más en el menor tiempo y al menor costo; incrementando así, la rentabilidad, la productividad y eficiencia de las empresas y abarcando nuevos mercados.
Estos sistemas de producción generalmente buscan reducir sus costos a través de la reducción de consumos de materiales, siempre y cuando representen un alto porcentaje en su estructura de costos. Aún falta conciencia para ahorrar recursos y materiales en función del agotamiento de los recursos del planeta a largo plazo. Por otro lado, estos sistemas generalmente no cuentan con un manejo adecuado de sus residuos y emisiones y falta tener una actitud más proactiva para disminuirlos o evitarlos.
Si entendemos que desarrollo sostenible, según el informe de Brundtland, es aquel desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades, la pregunta es: ¿se podrá contribuir en algo al desarrollo sostenible si seguimos manteniendo estos sistemas de producción y patrones de consumo? ¿Habrá recursos para todos? Definitivamente, no.
Frente a esta problemática surgen nuevas metodologías, herramientas, tecnologías, programas y políticas para los procesos de producción, como el análisis de ciclo de vida: producción más limpia, ecodiseño, eficiencia energética, uso de energías renovables, economía circular, ecología industrial, entre otros. Esto está ayudando a mitigar los impactos ambientales que originan los sectores productivos y, con ello, contribuir al desarrollo sostenible.
El desafío más importante al que nos enfrentamos, no es cómo hacer crecer este flujo de recursos y materiales para la producción y consumo, sino cómo reducirlo sin dejar de atender a las necesidades de los habitantes del mundo. Entonces, se debe seguir generando capacidades para producir, porque esto implica dar un valor agregado a las materias primas —lo que va a generar mayor empleo y menos pobreza—, pero a todo esto habría que agregar, producir y consumir con responsabilidad social y ambiental. El consumismo no es sostenible.
Referencia[U1]
Wackernagel M, Hanscom L and Lin D (2017) Making the Sustainable Development Goals Consistent with Sustainability. Front. Energy Res. 5:18.
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