Más de un siglo de debate geológico hoy tiene una respuesta.
Conocer acerca de las condiciones geológicas del entorno natural en que se ubican las principales ciudades del mundo no solo permite entender su historia natural, sino también conocer su planificación territorial, su mitigación de riesgos naturales y su desarrollo del turismo urbano. De hecho, la mayoría de los países investigan con rigurosidad científica el entorno geológico de sus capitales. En el caso peruano, la historia geológica más reciente de la ciudad de Lima durante la era Cuaternaria (intervalo comprendido desde los 2.58 millones de años hasta la actualidad) ha sido un misterio, especialmente, porque la ciencia no ha sabido responder con precisión cómo y cuándo se ha formado el subsuelo de Lima.
El subsuelo geológico de Lima ha sido un tema de debate desde hace más de un siglo, tanto por su edad como por su formación. En 1907 se publicó el primer trabajo científico sobre el subsuelo geológico de Lima, desde entonces han existido varios intentos de instituciones nacionales e internacionales, así como por universidades en Sudáfrica (2000), España (2019) y Suiza (2019).
Sin embargo, las investigaciones científicas publicadas hasta ahora no han conseguido obtener resultados convincentes, siendo algunos de éstos contradictorios, principalmente por imprecisiones en la aplicación de métodos que se emplearon en el estudio del subsuelo limeño y también por falta de conocimiento profundo de la geología peruana.
Resolviendo el misterio: 10 años de investigación geológica
En este contexto, Investigadores del grupo de investigación en Geología Sedimentaria de la Pontificia Universidad Católica del Perú, han logrado resolver el misterio. Los resultados de sus estudios han sido publicados en la prestigiosa revista científica internacional Earth Surface Processes and Landforms, el pasado 30 de junio 2024.
El Dr. Ing. Willem Viveen, docente de la carrera de Ingeniería Geológica y líder de esta investigación nos comenta que este estudio demuestra que los sedimentos de la Costa Verde se han depositado durante el final del penúltimo interglacial y durante todo el último glacial hasta inicios del Holoceno. Es decir, desde hace ciento veintiún mil años hasta unos seis mil años atrás, por acción de un ancestral río Rímac. Los episodios donde hubo crecimientos del caudal del río y consecuentemente depósito de sedimentos, podrían haber estado estrechamente vinculados a episodios de lluvias intensas durante esa época.
A diferencia de lo que hasta la fecha muchos científicos pensaban, esas épocas de lluvia no estuvieron relacionadas a cambios en la temperatura del Océano Pacífico, sino a cambios de la temperatura en el Océano Atlántico, muy lejos del territorio peruano. Por enfriamiento en el Polo Norte, las capas de hielo crecieron tanto que quebraron bajo su propio peso y terminaron en el Océano Atlántico, donde se derritieron y bajaron la temperatura del Océano Atlántico. A través de un complejo sistema de procesos atmosféricos que atravesó todo el Océano Atlántico, el clima cambió en la costa peruana, ocasionando intensas lluvias durante esa última Edad de Hielo formando espesos estratos de sedimentos de río en la Costa Verde.
Llegar a esta conclusión no fue un camino corto, los investigadores de Ingeniería Geológica PUCP, realizaron por más de diez años estudios geológicos usando el método de datación por Luminiscencia para fechar la edad de los sedimentos de los ríos ancestrales en las tres regiones naturales del Perú (Costa, Sierra y Selva). Se dieron cuenta, en cada estudio, que era durante las mismas épocas lluviosas de la última Edad de Hielo, en donde se depositaban los sedimentos de aquellos ríos. Como el clima en las regiones orientales no está sujeto a cambios en la temperatura del Océano Pacífico, concluyeron que debería ser el Océano Atlántico el motor detrás de esos cambios climáticos y en el comportamiento de los ríos ancestrales.
Para nuestros investigadores es un gran orgullo haber resuelto el misterio de la geología de Lima que muchos otros investigadores trataron de resolver previamente. Este hallazgo no habría visto luz sin la persistencia y calidad científica de nuestros ingenieros geólogos y sin el apoyo de la Pontificia Universidad Católica.
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